El primero de los cuatro pensamientos inconmensurables es el del amor o la bondad amorosa (sánscr. 𝘮𝘢𝘪𝘵𝘳𝘪; Tib. བྱམས་པ་ jam pa). En la Psicología Budista el amor es el deseo de que todos los seres sintientes tengan la felicidad y sus causas.
✨ Te invito a cerrar los ojos por un instante y contemplar esta posibilidad, la de desearle a todos los seres sintientes, vastos como el espacio, la tan anhelada felicidad… Sin diferenciar entre amigos, enemigos o extraños, pues cada uno de ellos desea la felicidad desde lo profundo de su ser, tal como uno mismo.
Qué cualidad expansiva y jubilosa la de una mente-corazón amorosa, ¿no es cierto?
Una de las citas que más conmueven mi mente para cultivar el amor es de Nagarjuna, pandita indio de la Tradición Nalanda:
«Incluso tres veces al día, ofrecer trescientas vasijas de comida
no se compara con la fracción del mérito en un instante de amor».
Cultivar el amor bondadoso
Meditar en el amor como una aspiración es pensar una y otra vez: «Qué maravilloso sería si todos los seres sintientes fueran felices…»
Meditar en el amor como una oración es pensar repetidamente: «Que todos los seres sintientes sean felices…»
Meditar en el amor como una intención superior (especialmente para practicantes del Budismo Mahayana) es pensar reiteradamente: «Yo seré quien guíe a todos los seres sintientes a ser felices»
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Esta práctica preciosa puede llevarse a cabo de forma incremental: empezando por uno mismo, siguiendo por nuestros seres más cercanos y expandiendo exponencialmente la cantidad de seres sintientes hasta abarcarlos mentalmente a todos. O bien, comenzando por los seres cercanos-amigos, continuando con los desafiantes percibidos como enemigos y luego con los extraños.
Tanto el amor inconmensurable como la compasión inconmensurable pueden cultivarse de la misma manera.
La meditación no es solamente sobre el cojín. Una forma muy activa y sencilla de practicar amor en la vida cotidiana es hacerlo con las personas con quienes nos conectemos durante el día, tomando a cada uno como representante de todos los seres sintientes: Desear en nuestra mente-corazón, silenciosamente, al vecino, a la pareja, al perro callejero, al compañero de trabajo, «Que seas feliz… Que tengas la felicidad y sus causas… Que seas feliz…» Así, al mismo tiempo que deseándole el bien y abriendo el corazón a todos, estamos procurándonos el bienestar interior que nosotros mismos anhelamos.
Pensamientos que conducen al amor
El «enemigo» que es obstáculo para la generación del amor es el enojo, pues son dos estados mentales de naturaleza y funciones opuestas. De hecho, el amor es un estado mental perteneciente a la familia del no-odio.
En diversas tradiciones budistas es recomendable practicar la meditación sobre las desventajas del enojo y cultivar la paciencia como paso previo al desarrollo del amor. Asimismo, también se sugiere meditar en el amor como un antídoto al enojo una vez que éste haya surgido en la mente.
Mi maestro Geshe Chögyal Rinpoche aclara que pensar reiteradamente en los defectos de los demás nos conduce al enfado, mientras que pensar en sus cualidades nos dirige mentalmente al amor.
En lo personal, encuentro profundamente inspiradora la explicación del erudito Vasubhandu, quien afirma que aquellos que pueden ver buenas cualidades en todos, son capaces de desarrollar amor inconmensurable fácilmente.
Te y nos propongo entonces practicar esta actitud interna que conduce al amor: en cada día prestar más atención a las buenas cualidades de los demás, que a sus supuestos defectos.
Espero que esta información haya sido de beneficio y te acerco un abrazo amoroso desde Dharamsala 🤍