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La importancia de la armonía interreligiosa en un mundo crecientemente hostil y polarizado

Sobre la autora

Melisa Biondi Vázquez (Tenzin Phurdrön), nacida en Buenos Aires, Argentina, es Psicóloga Clínica con Posgrado en Psicología Transpersonal. Reside en India desde 2015, donde se dedica al estudio de la Psicología y la Filosofía Budistas en la Tradición Tibetana.
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Ella, palestina migrante en Estados Unidos y de fe musulmana. Yo, argentina migrante en India y practicante del budismo. Nos cruzamos en un ascensor de un hotel en Estambul, un espacio donde los desconocidos comparten brevemente una incómoda intimidad. Sin embargo, nosotras decidimos transformar ese instante fugaz en una oportunidad para dejar de ser extrañas.

Las sinceras y emotivas conversaciones a corazón abierto con Salwa, en las que compartió conmigo su conmovedora y resiliente historia de expatriación y migración, nos llevaron a la decisión de visitar juntas la icónica y hermosa Mezquita Azul. Fue allí, en ese espacio colmado de calma y espiritualidad, donde conocimos a Millana y Sundus, dos jóvenes musulmanas originarias de Brunei y Sudán, quienes cursan con entrega sus estudios universitarios en Turquía.

Mi curiosidad por conocer más sobre su religión, que estas mujeres modernas estudian con dedicación y profundidad, junto con su entusiasmo por transmitir ese conocimiento, avivaron en nosotras la llama vibrante del diálogo interreligioso. Nos sentamos las cuatro alrededor de un modesto calentador eléctrico en un rincón de la alfombrada Mezquita Azul, como herederas posmodernas de la remota hoguera donde tantas mujeres intelectuales de la historia forjaron ideas y vínculos en torno a la búsqueda de sabiduría y entendimiento.

Con Salwa (izq.), Millana y Sundus, mujeres musulmanas en Estambul.

Uno de los principales compromisos de Su Santidad el Dalai Lama, líder espiritual de la Tradición del Budismo Tibetano y a quien considero mi maestro raíz, es fomentar la armonía interreligiosa. Durante mi encuentro con las mujeres musulmanas, cuya calidez y apertura me permitieron conectar profundamente con esta noble intención, recordé uno de los consejos que Él compartió en una de sus numerosas enseñanzas en el Templo Principal de Dharamsala, a las que tengo el privilegio de asistir: “Debemos mantener una visión pura hacia todas las religiones”. Asimismo, Su Santidad evoca a menudo su sabio consejo de que, hacia nuestra propia religión, debemos cultivar fe y practicarla apropiadamente, y hacia las demás, mostrar siempre respeto.

“El verdadero propósito de la religión es controlarse a uno mismo, no criticar a los demás. Más bien, debemos respetar todas las demás religiones.” Dalai Lama

Atesoro también con amor y gratitud el recuerdo de mi visita a Mozambique, en compañía de mi entrañable amigo alemán Bernhard, recientemente fallecido. Fue él quien, en 2017, me invitó a facilitar un retiro sobre herramientas para el cultivo de la paz mental, integrando Oriente y Occidente desde una perspectiva secular, dirigido a mujeres líderes. Durante aquella preciosa experiencia, que me permitió sumergirme en la vibrante y gentil cultura africana, visitamos una iglesia evangélica.

Uniéndome a una ceremonia en iglesia cristiana con niños de Mozambique, 2017.

Antes de partir hacia el templo, Filomena, la simpática empleada doméstica de Bernhard, tomó un pañuelo y con gesto maternal recogió mi cabello, permitiéndome formar parte de una tradición que acogí con respeto y alegría. Al llegar a la iglesia, fui rociada con agua bendita, un ritual significativo que simboliza la purificación del espíritu.

Nunca olvidaré el sobrecogedor instante en que las mujeres del lugar, desde niñas hasta ancianas, me invitaron a unirme a su círculo. Unidas en un abrazo coral, entonamos cánticos religiosos en una lengua hasta entonces desconocida para mí, pero que, de algún modo, sentí extrañamente familiar. Bailamos y cantamos con tal entrega que el tiempo pareció desvanecerse. En esa comunión de voces, manos y miradas, envuelta en la calidez de la fraternidad y la alegría compartida, mi percepción se tiñó de eternidad.

“La esencia de todas las religiones es una. Solo sus enfoques son diferentes.” Mahatma Gandhi

Mi maestro, el Venerable Geshe Lobsang Chögyal Rinpoche, nos recuerda a menudo que decidir practicar una religión —o no hacerlo— y elegir una tradición en particular es una elección profundamente personal. El propósito último de la práctica religiosa es alcanzar la felicidad: cada tradición ofrece su propio camino, un método singular para alcanzar esa dicha universal que todos los seres humanos anhelamos.

La religión es como una medicina. Así como un fármaco no es adecuado para todas las dolencias, sino que está destinado a sanar una afección específica, no existe una única religión que se ajuste a las necesidades y disposiciones de todas las personas. Por ello, la diversidad de tradiciones es esencial: múltiples enfoques, distintos métodos, variadas perspectivas.

Cuando nos encontramos con alguien cuya fe nos es ajena, cuyas creencias nos resultan en parte o completamente desconocidas, es crucial recordar que, al igual que nosotros, ese ser humano busca la felicidad. Su religión responde a sus inclinaciones y necesidades particulares y, si le brinda bienestar, deberíamos ser capaces de regocijarnos por ello. La elección de una tradición no debería convertirse en un motivo de arrogancia, en la creencia errónea de que nuestra senda es superior y la de los demás, por defecto, equivocada o inferior. La verdadera espiritualidad no se mide por el dogma, sino por la amplitud de nuestra comprensión y la pureza de nuestro corazón. Como suele reiterarnos también mi maestro: “Antes de ser un practicante espiritual, debemos llegar a ser buenas personas”. 

Con Seema, mi mamá adoptiva india, celebrando una festividad hindú.
Con Seema, mi mamá adoptiva india, celebrando una festividad hindú.

El cultivo de la compasión nos invita a enfrentar con coraje el sufrimiento ajeno, albergando el profundo anhelo de que todos los seres sean libres de él. Este ejercicio interior se convierte en un faro que guía nuestra comprensión y respeto hacia las diversas tradiciones religiosas.

Aun cuando presenciamos a alguien tergiversar el mensaje de su fe y, debido a su distorsión cognitiva, incurrir en actos dañinos, su ignorancia y sus acciones erróneas no son más que objetos de compasión. Al fin y al cabo, quien hiere o engaña a otros—ya sea a través del cuerpo, la palabra o la mente—no hace sino sembrar causas de sufrimiento en su propio ser. Toda acción nociva que infligimos a los demás, antes que nada, deja su marca perjudicial en nosotros mismos.

“La compasión no es una virtud popular, pero es la clave para la armonía interreligiosa. Sin ella, no podemos lograr una comprensión verdadera.” Karen Armstrong

La armonía interreligiosa es una obra colectiva, un entramado interdependiente tejido por todos los miembros de la sociedad. Si aspiramos a ser partícipes de este cultivo común, en lugar de alimentar la desarmonía, la animosidad o la aprensión hacia lo diferente, podríamos comenzar por cuestionarnos nuestra propia actitud:

  • Cuando me encuentro con alguien cuyas creencias difieren de las mías, ¿lo rechazo por pensar y sentir de un modo distinto, o soy capaz de escuchar con respeto, sin juzgar ni menospreciar?
  • ¿Sostengo la convicción de que sólo debería existir una única religión en el mundo, o ninguna en absoluto, sin considerar la diversidad de creencias y necesidades humanas?
  • ¿Puedo reconocer el valor que cada tradición aporta a una parte de la humanidad, o, por el contrario, albergo la creencia de que todas las religiones son inherentemente perjudiciales?
  • ¿Tiendo al dogmatismo con mis propias creencias espirituales, o soy capaz de sostener mi fe sin menoscabar la de los demás?¿Qué actitud cotidiana propiciaría que desarrolle mayor apertura mental, aceptación y comprensión de lo diferente y diverso?

Quisiera culminar con esta reflexión personal subrayando la urgencia de considerar la armonía interreligiosa, en el contexto de un mundo que tiende crecientemente a la polaridad y el intento de suprimir y anular lo diverso, y todo aquello que sea contrario a los deseos del propio yo.

Cuanto más vasta se vuelva nuestra mente-corazón a contemplar otras visiones, otras perspectivas, otros caminos, más contribuiremos a la disminución de la tendencia a la hostilidad global y gradualmente seremos capaces de construir entre todos una humanidad más compasiva. Es mi deseo que nos esforcemos conjuntamente para lograrlo.

Deseo que estas palabras te sean de beneficio de algún modo.

Un abrazo amoroso fraternal,

Melu Biondi Vázquez (Tenzin Phurdrön)

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