«Evoca el grandor de mi esperanza tal pinar de opulencia verdosa.
Y el ahínco de mis resiliencias el alza infinita en su follaje:
por cada amistad fallida, numero veinte fielmente hermosas.
Por cada emoción corrosiva, sin-cuenta prácticas fructuosas.
Me resisto a la derrota afectiva con un entusiasmo radical.
Y aun conociendo de lo mundano su naturaleza deficiente,
voy en busca de la belleza: recóndita, tácita, temporal.
Confío en la esencia virtuosa, y en su auspicioso potencial».
Poder limitar, uno mismo, el desborde emocional o la desorganización en la conducta (ambos estando motivados por aflicciones mentales), sin necesidad de intervención externa, resulta en un pronunciado sentido de autoconfianza. Por supuesto que hay momentos en los que la asistencia de otra persona es precisa. No obstante, saber que es uno quien puede llegar a rescatarse de estos hundimientos, es una noción altamente liberadora.
Hoy en día el término «empoderamiento» está muy de moda: personalmente considero que no hay mayor empoderamiento que el de sentirse uno el refugio más seguro para sí mismo, y por ende son meritorios los empeños para lograrlo.
Así lo declaró Shakyamuni Buda tras iluminarse diciendo: «Yo soy mi propio protector, yo soy mi propio maestro».
Un abrazo amoroso a cada uno desde Dharamsala 🤍