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CULTIVANDO LA PACIENCIA

«𝗛𝗶𝗷𝗮, 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗱𝗲𝘀𝘁𝗿𝘂𝗶𝗿 𝘁𝗼𝗱𝗮𝘀 𝗹𝗮𝘀 𝗮𝗳𝗹𝗶𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗯𝗲𝘀 𝗱𝗲𝘀𝗮𝗿𝗿𝗼𝗹𝗹𝗮𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮 𝗱𝗶𝗳𝗶́𝗰𝗶𝗹 𝗱𝗲 𝘃𝗲𝗻𝗰𝗲𝗿» 𝗕𝘂𝗱𝗮

 

La paciencia es una virtud muchas veces incomprendida. Y puesto que en mi vida he comprobado en repetidas oportunidades su valor y la necesidad de cultivarla (así como las desventajas de no hacerlo), quisiera comenzar a compartirles acerca del tema. Lo haré desde mi entendimiento actual a nivel teórico por mis estudios, y desde mi propia experiencia, deseando les sea útil de algún modo para sus caminos.

Esta cita preciosa —que es de amplia inspiración para mí— hace referencia al significado de la *paciencia* en la Psicología Budista. La *paciencia* en la Ciencia Budista de la Mente se define como «una mente imperturbable que puede tolerar el daño infligido por otros, por el sufrimiento y las dificultades que se encuentran al practicar el Dharma». Puesto que para poder mantenerse imperturbable, es decir, en calma, ante una situación desafiante, uno precisa de fuerza interior, personalmente considero útiles la traducción del término tibetano བཟོད་པ་ (zö pa) como «fortaleza» (𝘧𝘰𝘳𝘵𝘪𝘵𝘶𝘥𝘦 en inglés). También la consideración de la paciencia como «auto-control» o «auto-dominio», que son algunas de las traducciones posibles para el término *forbearance* del inglés. Este es, a mi entender, un punto crucial en la comprensión de la práctica de la paciencia, ya que uno no está ni reprimiendo ni expresando rabia de forma impulsiva: uno es capaz de mantenerse en calma frente al desafío y decide no reaccionar al agravio o a la adversidad con enojo o ira.

 

Entre los dos extremos de la represión y la expresión automática, se encuentra nuestra capacidad de auto-control, la cual puede ser entrenada (como toda habilidad mental o física). Mi maestro Venerable Lobsang Chögyal Rinpoche nos aconseja a menudo comenzar con períodos breves de tiempo: «Por cinco minutos practicaré la paciencia», «Por cinco minutos me abstendré de enojarme», y poco a poco, a medida que se incrementa nuestra capacidad, extender la duración de los lapsos.

 

 

El primer paso en el proceso de desarrollo de la paciencia es reconocer cuánto daño hace —a nosotros mismos y a los demás— la tendencia a responder a los desafíos de la vida (internos y externos) con agitación, desde una mente alterada y enrabiada. Un buen ejercicio introspectivo es hacer una lista sobre todas las desventajas de esta tendencia emocional en nuestra propia experiencia. De esta forma, utilizamos nuestra inteligencia humana para sobreponernos a nuestro sufrimiento, y como lo proclamaba Buda, un día llegaremos a ser nuestro propio protector y maestro.

Cuando menciono que nuestra capacidad de auto-control puede ser entrenada, comprendo también la dificultad con la que todos lidiamos al tratar de encontrar ese punto medio entre ambos extremos.

Por eso es fundante en esta materia no desalentarse cuando uno no logra su propósito inicial: a cada momento contamos con una nueva oportunidad. Alentarnos a nosotros mismos 𝘴𝘰𝘴𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘪𝘮𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘺 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘪𝘳𝘤𝘶𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢𝘴, es muy beneficioso. Asimismo, necesitamos regocijarnos, es decir, alegrarnos, cuando sí alcanzamos lo que nos habíamos propuesto.

𝘒𝘢𝘭𝘦́ 𝘬𝘢𝘭𝘦́ (despacito, despacito) la tortuga perseverante y fuerte llega a su meta. ¿Y qué objetivo es más prometedor que una mente feliz y en paz?
Como decía el hermita tibetano Milarepa:

«𝘈𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘯𝘤𝘪𝘱𝘪𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘦; 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘦𝘥𝘪𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤𝘦; 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘴𝘦 𝘷𝘢».

 

¿Contemplamos juntos?

 

Espero esta reflexión les haya sido de beneficio de algún modo.
Un abrazo a cada uno desde Dharamsala 🤍

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