Hace unos meses estuve enferma, lo que me impidió participar de una de las caminatas de fin de semana con mi maestro y amigos. Esto provocó que mi mente se llenara de descontento, pero luego decidí centrarme en los beneficios de quedarme en casa: mi espacio tranquilo para contemplar, dedicarme a proyectos personales y recuperar energías.
Mientras desayunaba con Cristabella en el balcón, me di cuenta de que los monos habían vuelto a romper la manta sobre el colchón. Me perturbé. Entonces, me recordé a mí misma que si me enfadaba, estaría perturbando mi paz; en cambio, si mantenía la calma, podría preservarla. Ya preparando la comida, se me ocurrió sacar el té afuera mientras terminaba de hacer el resto. Sin embargo, al salir, un mono curioso había derramado mi té caliente. Una vez más, respiré profundamente y me pregunté: ¿cómo debería responder a esta irritación inminente?
Luego, emocionada por tener tiempo y espacio para trabajar en material para Maitri Balena, traje mis libros y laptop. Pero percibí un olor desagradable, proveniente de la quema de basura de la montaña de enfrente. Mi mente comenzó a quejarse inmediatamente: “¡¿Alguna otra condición que obstaculice mi plan?!”
Una vez más, decidí reflexionar. Recordé el verso del sabio indio Shantideva: “Si tiene solución, ¿por qué preocuparse? Si no tiene solución, ¿por qué preocuparse?“. Y también recordé el consejo de uno de mis maestros, Mingyur Rinpoche: “Si aceptamos, no hay más sufrimiento”. Me relajé ante lo que estaba sucediendo. Cuánta turbación podemos evitar si nos comprometemos a dejar de reaccionar con aversión ante lo que no podemos cambiar.
Comparto mi experiencia sincera con la intención de que generemos confianza en aprender a pensar de maneras que contribuyan a nuestro bienestar y al de los demás.
Recordemos que nuestra mente es maleable y puede cambiar.
Un abrazo cálido desde Dharamsala 🤍