A diferencia de las aflicciones mentales, que son limitadas, la compasión y el amor pueden ser desarrollados infinitamente. Esto es posible gracias a que son generadas sobre la base de una razón válida: 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘯 𝘭𝘢 𝘧𝘦𝘭𝘪𝘤𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘺 𝘴𝘦𝘳 𝘭𝘪𝘣𝘳𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰, y cuando generamos amor y compasión, estamos alineados con ese deseo real que abarca a todas las criaturas.
El amor y la compasión no perciben el objeto de manera errónea. Por eso es que a las mentes virtuosas, como al amor y la compasión, se las llama «conciencias factualmente concordantes» o «mentes alineadas con la realidad» བློ་དོན་མཐུན་ (Tib. lo tön thun). Por ser factualmente concordantes, para los estados mentales positivos, virtuosos, constructivos, no existen antídotos que los eliminen. Sí los hay para las aflicciones, en cambio, que por ser conciencias distorsionadas, son llamadas «conciencias factualmente discordantes» o «desalineadas con la realidad».
La compasión cambia el foco de nuestro auto-interés estrecho, como si abriéramos 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘶𝘦𝘳𝘵𝘢 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘯𝘢 𝘩𝘢𝘤𝘪𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘢𝘴𝘵𝘦𝘥𝘢𝘥. Así como lo señala Su Santidad el Dalai Lama, el primer beneficiario de la compasión es siempre uno mismo. Por eso si uno quiere ser egoísta, debe ser «sabiamente egoísta» y practicar compasión. 𝘌𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥𝘦𝘳𝘢 𝘮𝘢𝘳𝘢𝘷𝘪𝘭𝘭𝘢 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘳 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰. El interés propio —el desear la felicidad y libertad del sufrimiento— es una predisposición natural. Se torna un problema cuando se sale de proporción.
Que sea de beneficio este compartir.
Abrazo amoroso desde Dharamsala 🤍