Puesto que siempre hay alguien siendo feliz, siempre es posible deleitarnos por su dicha, y así, crear la nuestra.
El tercero de los cuatro inconmensurables es el gozo o regocijo (sánscr. 𝘮𝘶𝘥𝘪𝘵𝘢; Tib. དགའ་བ་ ga wa). La raíz de 𝘮𝘶𝘥𝘪𝘵𝘢 en el idioma Pali significa «estar complacido, tener una sensación de alegría». ¿Sobre qué se genera este contento? Sobre la felicidad de los demás, ya sea temporal o duradera —siendo esta última en el Budismo la felicidad de la liberación o la iluminación—.
El poder deleitarse en la felicidad ajena es una práctica libertadora del confinamiento interno provocado por la competitividad, la comparación, el juicio, el orgullo y la envidia.
La aflicción mental de la envidia en la Psicología Budista es parte de la familia del odio. Es una forma de enojo con las buenas cualidades o fortuna de otros, que genera el deseo de destruirlas. Tan sólo evocar este estado interno puede darnos escalofríos: basta con observar honestamente nuestra experiencia para comprender la aguda amargura que genera al surgir en nuestra mente. Contraria a la envidia es, precisamente, la habilidad de deleitarse y ponderar el éxito y la dicha de los demás.
Podemos alegrarnos por la prosperidad de un otro. Por su capacidad de engendrar relaciones armoniosas. Por su salud y vitalidad, su inteligencia, su talento. Por su práctica de amor, generosidad, paciencia, compasión.
Así como con el amor y la compasión, también podemos comenzar a practicar gozo inconmensurable con un ser cercano, luego con una persona neutra y culminar con un enemigo. Otra forma es directamente cultivarlo con respecto a todos los seres sintientes.
Como es de conocimiento popular, y avalado por las investigaciones sociales recientes, las redes sociales son un espacio en el cual potencialmente generar causas de sufrimiento por compararnos con los demás y resentir su percibida dicha. Les propongo entonces seguir cultivando gozo inconmensurable al utilizarlas.
Te comparto una práctica:
Te invito a pensar en otra persona que esté experimentando una buena fortuna —transitoria o estable—, y a repetir internamente con regocijo: Que nunca estés separado de la felicidad.
Y tomando a esa persona como ejemplo, ampliar el círculo interno de regocijo, pensando una y otra vez: Que todos los seres sintientes nunca estés separados de la felicidad.
¿Practicamos juntos?
Deseo este compartir te haya sido de beneficio.
Un abrazo amoroso desde Dharamsala 🤍