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La práctica de Mindfulness

Sobre la autora

Melisa Biondi Vázquez (Tenzin Phurdrön), nacida en Buenos Aires, Argentina, es Psicóloga Clínica con Posgrado en Psicología Transpersonal. Reside en India desde 2015, donde se dedica al estudio de la Psicología y la Filosofía Budistas en la Tradición Tibetana.
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¿Qué es Mindfulness?

𝘔𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴 es la traducción no literal al inglés de la palabra དྲན་པ་ (tren pa), que significa recordar o memoria.

La definición de 𝘮𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴 en la Ciencia Budista de la Mente (Psicología Budista) es «Un factor mental que toma como objeto focal un objeto con el cual se ha familiarizado previamente, y por su propio poder no lo olvida». El Dr. Alexander Berzin explica que se define como el pegamento mental; es aferrarse a un objeto cognitivo y lo que evita que uno lo pierda. Como resultado, la atención se mantiene allí y no se desvía.

¿Para qué se emplea entonces? En contexto religioso o espiritual, una persona budista ejercita 𝘮𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴 con las virtudes que procura cultivar, y hay prácticas específicas —como los cuatro fundamentos del 𝘮𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴— que conducen a la transformación de la mente en dirección hacia el logro de la liberación o la iluminación.

De modo general, en un contexto secular, la práctica de 𝘮𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴 se ha esparcido popularmente por Occidente gracias a los múltiples beneficios encontrados a partir ella, especialmente tomando la respiración como su objeto.

Cuando uno es 𝘮𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭, está guiando su actividad cerebral y atención, y esto ayuda a calmar la ansiedad, la rumiación mental sobre el pasado perturbador o el futuro potencialmente tenebroso, en casos de depresión y de trastorno por estrés postraumático.

Tal como lo describió el padre de la Psicología Occidental, William James, «una mente dispersa es una mente infeliz». Les convido entonces para contrarrestar la tendencia a la dispersión y mejorar nuestra 𝘔𝘪𝘯𝘥𝘧𝘶𝘭𝘯𝘦𝘴𝘴 y vigilancia, uno de los ejercicios que aprendí de mi maestro: incluir en la sesión de meditación el ejercicio de contar internamente, en un ritmo natural —como el del segundero del reloj— hasta cien, y luego de cien a uno. Al notar que nuestra mente se distrae, volvemos gentilmente al conteo.

Estos son algunos los beneficios de la meditación mindfulness, según algunos datos extraídos de estudios rigurosos en las últimas décadas:

Mejora de foco

Refuerza lo que se llama el “control cognitivo” en niños

Ayuda a que las personas se mantengan en calma, vinculada a lo que, como lo explica el Psicólogo estadounidense Daniel Goleman, es una de las definiciones de la madurez: el 𝘢𝘮𝘱𝘭𝘪𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘣𝘳𝘦𝘤𝘩𝘢 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘪́𝘮𝘶𝘭𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘢.

La práctica de mindfulness nos otorga más tiempo para decidir qué vamos a hacer, en vez de quedar tomados por lo que se denomina «el secuestro de la amígdala (en inglés: 𝘢𝘮𝘺𝘨𝘥𝘢𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘫𝘢𝘤𝘬)». Este término de Goleman es muy significativo, ya que implica «las respuestas súbitas, abrumadoras y desmedidas frente a estímulos reales, provocados por una percepción impactante de amenaza emocional arrobadora, subjetivamente mucho más significativa».

En la Ciencia Budista de la mente estudiamos sobre las diferentes aflicciones mentales y sólo comprendemos profundamente, las definiciones y explicaciones de los maestros, al explorar en nuestra propia experiencia qué sucede cuando dejamos que las aflicciones nos abrumen, no nos percatamos de la influencia dañina que una aflicción está teniendo en nuestra mente, y cómo esto nos induce a llevar a cabo acciones nocivas para los demás y nosotros mismos.

Este descubrimiento me resulta muy notable, ya que la práctica no debería estar divorciada de la ética: no practicamos meditación para quedar inmersos en un estado de dicha ególatra al saborear el café con concentración. Es básico en el paradigma de las enseñanzas de Buda, tanto en contexto religioso como secular, priorizar el desarrollo de un buen corazón. Recordar los principios éticos que rigen nuestras vidas es parte fundamental de la práctica de la atención.

Lo que acontece en el cerebro a partir de la práctica de mindfulness es simplemente maravilloso: la práctica cambia el control de los pensamientos y acciones del sistema límbico —que es la parte emocional, primitiva del cerebro— a la conciencia de la corteza prefrontal, activando así el sector excelsamente humano, pensante, de nuestro cerebro.

Con la práctica habitual de mindfulness, la activación del lóbulo frontal se convierte en la forma natural de responder emocionalmente; y así, gracias a la neuroplasticidad, puesto que la región razonadora del cerebro toma gradualmente mayor control del sistema límbico, nos volvemos menos ansiosos y reactivos, y las emociones “𝘥𝘦𝘫𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘢𝘳𝘪𝘻”.

Otra práctica preliminar de meditación muy útil para el desarrollo de la capacidad de mindfulness es, al enfocarnos en el flujo natural de nuestra respiración, contar cada ciclo de inhalación y exhalación hasta llegar a veintiuno, sin distraernos: inhalamos y al exhalar contamos uno, inhalamos y exhalamos, dos… Si la mente se dispersa, como hemos dicho anteriormente, notamos la distracción y gentilmente regresamos la atención al conteo de la respiración.

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