Cuando un brusco aguacero azota la desnuda roca, su fuerza apenas raspa la superficie, siendo incapaz de erosionarla. No obstante, una pequeña gota, persistente en su caída, encuentra en la paciencia su aliada más poderosa, logrando horadar la piedra a lo largo del tiempo. Así, en nuestra práctica del amor, la compasión, la paciencia, la sabiduría, deberíamos emular el tesón de esa gota, comprendiendo que la transformación de la mente no se alcanza en rápidas ráfagas de esfuerzo, sino en la constancia y la gradualidad.
Deseo que sea de beneficio esta reflexión.
Un abrazo amoroso, allí adonde estés 🤍